El derecho de veto de La Caixa en Inbursa
Pregunta. El Grupo Financiero Inbursa ha llegado a un acuerdo por el que La Caixa, a través de Criteria, se convierte en su socio para crecer en Latinoamérica en el negocio bancario. ¿Qué mercados tiene en mente?
Respuesta. Bueno, yo no soy ni el director ni el presidente, pero el objetivo es el crecimiento de la institución. La empresa está muy capitalizada y tiene gran potencial de crecimiento. Con La Caixa podemos hacer mucho: complementar conocimientos, recursos, sinergias...
P. Ellos han tomado sólo un 20%. ¿Entra en los planes que aumenten esa participación en el futuro con otras ampliaciones de capital?
R. Ellos se quedan el 20% y nosotros la mayoría. Nos encanta que tengan el 20%, y si quieren tener más, no importa, pero pensamos conservar la mayoría.
P. Como han tomado sólo el 20%...
R. ¿Sólo el 20%? Es bastante...
P. Pero, como tienen posición minoritaria, ¿hay algún pacto de accionistas para protegerles?
R. La empresa es cotizada, está en el mercado y sujeta a las regulaciones, a toda la información, y al modo de tomar las decisiones. Hay un consejo numeroso en el que va a tener presencia La Caixa, y normalmente las decisiones en los consejos se toman por consenso, por convencimiento, no por discusiones.
P. ¿Y no han pactado cláusulas de protección?
R. Sí, claro, hay protección para ciertos casos, la presencia en el consejo está pactada, o sea, que hay algunas condiciones en el contrato.
P. ¿Tiene Criteria capacidad de veto?
R. ¿De qué veto?
P. Sobre las decisiones estratégicas.
R. Yo no he leído el contrato, no he visto las condiciones, pero no se pueden hacer algunas cosas que afecten por ejemplo a dilución, aumentos de capital... Más que veto, es acuerdo mutuo. Nosotros hemos tenido socios por 27 años en algunos casos, y esto es como el matrimonio; no se trata de estar a pleitos, sino de estar de acuerdo, y no ir imponiendo condiciones o estrategias. El chiste es hacer las cosas juntos.
P. ¿Cabría la posibilidad de que tomasen una participación en Criteria?
R. No hay condicionante de ningún tipo, pero en el futuro se verán las cosas que les convengan a ambas partes. No tiene nada que ver con esta operación.
P. ¿Pero se lo están planteando?
R. No, no. Aún no empezamos con esto, no vamos a estar pensando ya en lo siguiente.
P. La bancarización es una asignatura pendiente de Latinoamérica.
R. No me gusta hablar de bancarización, yo diría tarjetización, que, aunque el cliente no tenga nada en el banco, tenga la tarjeta.
P. En banca, sí tiene una gran competencia española en México.
R. La competencia es buena. Nosotros tenemos una estructura esbelta en todo el grupo que nos permite competir. Los bancos españoles son muy fuertes, muy grandes y con eficacia: el Santander, el BBVA... Pero no sólo los españoles; en México, también están el HSBC, el Citibank y otros bancos.
La fortuna superlativa
El conglomerado empresarial de Carlos Slim genera el 6% del PIB mexicano
A. MARS 08/06/2008
Si ha pisado usted México, ha sido con toda probabilidad cliente de Carlos Slim. Si ha llamado por teléfono, se ha fumado un cigarrillo Marlboro, ha comprado en Sears o ha llevado a cabo alguna operación financiera, ha contribuido a los ingresos de alguna de las más de 200 empresas que forman el imperio del segundo hombre más rico del mundo. El ingeniero, el magnate, el Rey Midas latino, un jinete diestro en las épocas de crisis, extiende sus tentáculos a todos los ámbitos de la vida cotidiana de los mexicanos: de las telecomunicaciones, a través de Telmex y América Móvil, a las infraestructuras y las plataformas petrolíferas, pasando por el comercio, el turismo, las finanzas y un largo etcétera cargado de dólares.
Nadie tose a Slim en el mercado mexicano de las telecomunicaciones. Y casi ningún mexicano -y pocos latinoamericanos- pueden pasar un solo día sin entregarle algún peso. Este latiguillo común en México, que ha llevado al profesor George W. Grayson a acuñar el término Slimlandia, se concreta en un conglomerado de empresas que supone ni más ni menos que del orden del 6,3% del producto interior bruto (PIB) mexicano.
Genera 220.000 empleos directos y 500.000 indirectos, y lleva al magnate -cien por cien pasión por el arte y el béisbol- a acumular una fortuna de 60.000 millones de dólares (38.500 millones de euros), según los cálculos de Forbes, haciéndole codearse con los gringos, en el segundo puesto, con Warren Buffet y Bill Gates.
Todo el tinglado Carso (por Carlos y Soumaya, su difunta esposa) se estructura en varios holdings, como Carso Global Telecom, que agrupa las acciones de control del gigante de las telecomunicaciones Telmex; América Móvil, que aglutina los servicios inalámbricos y con 159 millones de clientes celulares es líder de la telefonía móvil en Latinoamérica, claramente por delante de Telefónica; el grupo industrial, comercial y de servicios Carso; y el Grupo Financiero Inbursa, que acaba de acordar la entrada en su capital de Criteria, la sociedad que agrupa las inversiones de La Caixa, con un 20%.
Slim vivió por primera vez el mundo de los negocios a través de los ojos de su padre, un empresario libanés que emigró a México huyendo de la entonces obligatoria incorporación al ejército otomano. Julián Slim daba a cada uno de sus hijos una libreta de ahorros junto a su paga semanal para que pudieran administrar sus gastos e ingresos, y periódicamente revisaban el balance con él.
Por ello, no sorprende que ese primer paso del magnate hacia su actual negocio lo diera a los 12 años, cuando compró sus primeras acciones: 30 títulos del Banco Nacional de México. Y no mucho más tarde, en 1965, cuando tenía 25, sembró las grandes patas de su negocio, con la constructora Carso, una mina de cobre, una embotelladora de refrescos y el grupo Inbursa.
Pero el salto de la riqueza a la riqueza superlativa llegó a principios de los ochenta, cuando Slim dio ejemplo de uno de sus mandamientos -"todos los tiempos son buenos para quienes saben trabajar y tienen con qué hacerlo"- y cabalgó como nadie la crisis de la deuda en México. La convirtió en oro. En algún momento ha confesado que llegó a comprar algunas empresas al 1,5% de su valor contable. El 100% de British American Tobacco, por ejemplo, le costó 5 millones de dólares y la vendió por 40.
Era la época en que las finanzas mexicanas estaban prácticamente paralizadas, la de la nacionalización bancaria y de la consiguiente huida de capitales. Sólo el ingeniero invertía, y con un apetito voraz, a precios a veces inexplicables. Entre 1981 y 1986 compró la tabaquera Cigatam, socia de Philips Morris; Bimex, Reynolds Aluminio y el 23% de Hulera el Centenario. Y añadió Seguros de México, la minera Frisco y empresas Nacobre, así como las cafeterías Sanborns, con su filial Dennys, y la empresa de llantas Euskadi entre la larga ristra de compañías.
Con un paquete de empresas ya reseñable, el otro golpe maestro, el que le confirió el título de magnate de las telecomunicaciones, la victoria de Telmex, llegó en 1990. El Grupo Carso se hizo con la privatización de la gigantesca operadora estatal que hoy controla, junto con South Western Bell, France Télécom y varios inversores mexicanos.
El dominio de Slim en el mercado mexicano de las telecomunicaciones es aplastante y polémico: sus competidores critican supuestas prácticas monopolistas que el grupo siempre ha negado; tiene el 92%, le atribuyen, del mercado de telefonía local, pero sólo el 48%, destaca el grupo de Slim, de las zonas verdaderamente rentables.
Pero ser el segundo hombre más rico del planeta en un país con 50 millones de habitantes bajo el umbral de la pobreza puede convertirse en un pellizco en la conciencia. Su vocación filántropa cristalizó hace más de 20 años en su primera fundación, Carso. Ahora, como hiciera Gates, el fundador de Microsoft, Carlos Slim también ha abandonado los consejos de administración de sus empresas -que dirigen sus tres hijos varones- para volcarse en la actividad social de sus funciones, que desarrolla, principalmente, a través de Impulsora del Desarrollo y el Empleo en América Latina (IDEAL), la Fundación Telmex, y Fundación Carso, entre otras. Se ha comprometido a destinar a proyectos filantrópicos hasta 10.000 millones de dólares en los próximos cuatro años. Y es que todo lo que tiene que ver con Carlos Slim, cuyo apellido en inglés significa delgado, se mueve en grandes cifras.
El Imperio
Un decálogo para triunfar
Tener estructuras simples, organizaciones con mínimos niveles jerárquicos, desarrollo humano y formación interna de las funciones ejecutivas. Flexibilidad y rapidez en las decisiones. Operar con las ventajas de la empresa pequeña que son las que hacen grandes a las grandes empresas.
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