Conferencia del profesor Emérito del Departamento de Ciencia Política y Estudios Internacionales en la Universidad Torcuato Di Tella Buenos Aires, Argentina, Natalio Botana, y del excomisario de la Comisión Europea, Manuel Marín, titulada "Institucionalidad democrática. Garantía de todos"
México, D.F., 27 de julio de 2012.

Presentador: Ahora voy a pedir al señor Natalio Botana y al señor Manuel Marín, si son tan amables de acompañarnos aquí arriba.

El señor Natalio Botana es Profesor Emérito del Departamento de Ciencia Política y Estudios Internacionales en la Universidad Torcuato Di Tella de Buenos Aires, Argentina.

Como todos sabemos, una de las mentes más lúcidas del Hemisferio.

Y el señor Manuel Marín fue el Primer Comisario Español de la Comisión Europea, fue también Presidente del Congreso de los Diputados de España, Presidente de la Fundación Iberdrola y uno de los líderes de la transformación democrática española.

Señor Botana, si es usted tan amable.


Palabras de Natalio Botana:

Buenos días a todos.

Mi agradecimiento especial a esta oportunidad que yo desearía infinita de seguir participando en el Círculo de Montevideo, al querido Presidente Julio María Sanguinetti y a nuestro anfitrión en esta generosa Ciudad de México.
Me toca hablar de un problema trillado, nos toca hablar con Manolo Marín de un problema trillado, que es la cuestión de la democracia.

Y recientemente a Amartya Sen, desde la India, se planteaba si la democracia estaba en crisis y respondía que no. Que no estamos en aquél periodo tenebroso de la historia humana que se ubicó entre las dos grandes guerras europeas y mundiales entre el 14 y el 45.

Pero sí creo que estamos en este momento afrontando una situación en la cual daría la impresión que hay como tres resortes básicos del funcionamiento de la democracia que hoy parecen estar oxidados. Y a esos tres resortes me referiré a continuación.

El primer resorte alude precisamente a la idea y a la praxis de la legitimidad democrática.

Ustedes saben que la democracia, y esto viene de lejos en nuestros países, cuando lo abrazamos fue una democracia de principios; y para hacer sencillo el argumento, yo diría que el arbotante de esta democracia de principios, es la Declaración Universal de Derechos Humanos.

Pero junto con esta imputación de legitimidad de principios, desde la Segunda Guerra Mundial, la democracia y este yo creo que es un problema básico, está basada en una legitimidad de resultados. De los resultados de la acción política.

Es decir, principio en cuanto a fundamento y resultado en cuanto a propósito de la democracia.

Es sabido que esta legitimidad de resultados estuvo basada en un trípode. En el trípode del crecimiento con vistas al desarrollo humano, en la distribución equitativa si no justa de los frutos del crecimiento y en una adjudicación cada vez más generosa y más amplia de bienes públicos, para que esa democracia pueda instalarse en la conciencia de los ciudadanos.

Este resorte que fue el pacto social sobre el cual se fundó la democracia de postguerra, hoy está oxidado en Europa.

Y a primera vista daría la impresión que está menos oxidado en América Latina, pero no nos engañemos.
Si hay crisis en Europa, América Latina y las democracias latinoamericanas no serán ajenas a esa crisis. La crisis tendrá voracidad y no solo expansión mundial.

En América Latina, claro está, este trípode de la legitimidad de resultados de la democracia, descansa sobre un problema que no hemos resuelto aún y que venimos evocando en varias sesiones anuales del Círculo de Montevideo.

Desde el Siglo XIX estamos escribiendo espléndidas Constituciones, declaramos Derechos -admirables escribidores de Constituciones los latinoamericanos-, nos cuesta muchísimo mucho más trabajo instituir esos Derechos y más largo aún es el trayecto para que esos derechos vivan como obligación asumida en cada una de las ciudadanas y ciudadanos de América Latina.

Es fundamental, por consiguiente, tener presente que el horizonte que teníamos de una democracia de resultados que funcionaba bien en otras partes del mundo, ahora no lo está haciendo con tanta eficacia. Este punto es muy importante porque remite a nosotros la responsabilidad de construir nuestras democracias.

Sin lugar a dudas hay índices positivos al respecto, Rebeca acaba de señalar precisamente los avances que hemos tenido -me referiré a ello inmediatamente- en la lucha contra la desigualdad.

El segundo resorte que parece oxidado -y este sí creo que es uno de los temas fundamentales de la democracia del Siglo XXI, tanto en el plano público como en el plano práctico- es que la democracia moderna es una democracia representativa.

La seguimos postulando, las Constituciones describen que somos democracias representativas, otras Constituciones avanzan un paso más adelante y hablan de democracias participativas.

Pero lo que no se toma en cuenta con la debida atención es que ha estallado en estas primeras décadas del Siglo XXI la escala de la participación política.

Es decir, aún cuando estas sociedades sean heterogéneas, con muy fuertes residuos de desigualdad, el ciudadano de estas democracias está equipado con un conjunto de elementos tecnológicos desconocidos hace muy poco tiempo. 

Rebeca Grynspan acaba de emitir una palabra muy bella que es “la voz”; desde Atenas la democracia fue la voz, pero hoy las voces han estallado en millares de voces, millares de voces que se comunican automáticamente unas con otras. 

Por consiguiente, la democracia se ha individualizado como nunca, desde los más pobres  -que recuren al teléfono celular- hasta los más ricos, que disponen de los aparatos más sofisticados de último momento.
Vivimos, pues, en una época del estallido de la participación y la pregunta crucial es esta, amigas y amigos:

¿Cómo nos representamos?

Claro, históricamente la democracia inventó un gran sistema de representación que fue el partido político, pero el partido político nació en una época muy diferente; nació en su comienzo como partido de notables, luego pasó a ser un partido de masas, después hasta llegó a hablarse de partido de opinión.

Pero ahora no es un partido de opinión, ahora es un partido que tiene que agregar los valores y los intereses de millones y millones de opiniones.

Opinamos constantemente hasta cambiando lenguaje; el político, por consiguiente, ya no es más un comunicador, sino es un receptor de comunicaciones y no es lo mismo articular esas comunicaciones que articular las antiguas organizaciones sindicales o de grupos de interés.

El gran problema que se plantea en la democracia, en América Latina, en Europa, en el mundo en general, es el problema de la mediación: ¿Quién media, cómo se media y qué resultados tendrá esa mediación?

El tercer resorte que obviamente hoy está en crisis, diría Amartya Sen, yo soy mucho más modesto y pretendo decir que está oxidado, es una palabra muy vasta, muy tradicional y muy difícil de aprender, que es: el estado.

Luego de los primeros coletazos de la crisis, ésta reciente, allá por el 2008, 2009, dijimos en este Círculo de Montevideo: “Bienvenido sea el retorno del estado” y subrayo esta palabra, pues bienvenido sea.

¿Pero de qué retorno se trata?

Vayamos a un diálogo muy breve entre Europa y América Latina, de Europa, Manolo habrá de referirse con mucho más conocimiento y perspicacia que yo.

En Europa el problema que tienen, desde el punto de vista de la teoría política, es un problema de una vastedad extraordinaria, que nos remite a los problemas fundadores de nuestras repúblicas en América Latina.

Hemos escuchado durante la mañana de ayer, desde Sanguinetti hasta Felipe González, el problema de que Europa tiene que ir a una federación. Ir a una federación significa fundar un estado federal y pregúntenles a los hombres de la reforma en Chile, allá, a mediados del Siglo XIX y a los hombres de la Constitución Argentina de 1853, a los brasileños de fines del Siglo XIX ¿qué significa fundar un estado federal?

Problema de una complejidad fiscal y política extraordinaria que los latinoamericanos no hemos resuelto. Ese es el problema del tránsito europeo, marchar en busca de una forma política, de una nueva forma política.

Como ya bien lo anunció, los fundadores de la Unión Europa, y evoco con especial cariño a quien pude conocer personalmente en este momento, a Jean Monnet.

En América Latina el problema es distinto. En América Latina tenemos estados, tenemos territorios, no tenemos, en cambio, estados en forma capaces de resolver los desafíos que hoy nos convocan.

Esas resoluciones pueden buscarse por la vía más simple, que es arraigar en alguna de las tradiciones de América Latina, tomar la crisis de representación, pero esa sí es una crisis; tomar las dificultades del estado y ensamblarlas con reivindicaciones que consisten en cristalizar la autoridad, en mesianismos o en hegemonías personalistas que a fin de cuentas terminan reproduciendo los mismos problemas, manipulando las pasiones, manipulando las emociones en detrimento de la institucionalización de la razón pública para hacer las cosas como corresponde.

No, no, el problema es otro, porque fíjense qué interesante es el tema. El itinerario histórico de Europa, el anterior a la forja de este proceso de integración, consistió en el desarrollo del Estado de Derecho, previo al desarrollo de la participación democrática,

Nosotros los latinoamericanos hoy tenemos que recorrer el camino inverso, tenemos que construir el Estado de Derecho a partir de la participación democrática; de esta participación democrática como la acabo de definir, la participación de la democracia de la multitud de los millones de voces que se han levantado y piden su lugar en el espacio público.

Y este es un desafío de proporciones extraordinario, porque el Estado de Derecho ¿qué significa?
No, queridas amigas y amigos de México, no es una noción abstracta, porque al Estado de Derecho en América Latina lo conocemos por su ausencia.

El Estado de Derecho es que después de estar meditando seriamente sobre estos problemas que hacen al futuro de nuestra circunstancia de la humanidad, nos pueden matar a la vuelta de la esquina.
El Estado de Derecho consiste, por consiguiente, en el admirable trabajo de fundar las instituciones de las justicias, como se viene diciendo desde Aristóteles hasta nuestros días.

Y esto no se resuelve con discursos, esto no se resuelve inventando enemigos que a veces no existen; esto se resuelve con un trabajo muy paciente, muy difícil que, por otro lado, tiene que enfrentar el problema de la corrupción; crear, consolidar el Estado de Derecho.

Y hablamos, en la mañana de ayer, creo que José Miguel Insulza de que hay entre nosotros una alarma de inseguridad. La inseguridad como hecho objetivo y la inseguridad que transforman y expanden los medios de comunicación.

Pero no son los medios de comunicación organizados, cada uno de nosotros que comentamos a nuestros amigos de facebook o donde sea de lo que pasa.

¿Cuál es el marco de la inseguridad que nos remite al marco de la democracia?

Ustedes saben que desde que esta noble palabra entró a rodar por el mundo, la democracia fue siempre una cuestión de escala, nació en ciudades pequeñas, se trasladó a espacios más amplios, fue la democracia representativa de los Siglos XIX y XX.

Y les pregunto a ustedes: ¿Cuál es la escala de nuestra democracia?

¿En dónde tenemos que dirimir, como decía Sarmiento, los conflictos y armonías de la democracia?

Tengo la dicha en este momento de estar hablando en la Ciudad de México, estoy en una megalópolis. ¿De cuántos millones de habitantes? Me cuesta trabajo abarcar el número.

Esta noche tomaré un avión, descenderé en el aeropuerto de Buenos Aires para instalarme en otra megalópolis.

Desde los tiempos coloniales y, aún atrás, estamos sistemáticamente sin darnos cuenta construyendo megalópolis en América Latina. En muchos países la mitad de la población está concentrada en una megalópolis.

Por consiguiente, está la de la democracia, pero también está la de la concentración de los conflictos, porque no es lo mismo, ya lo decían los sociólogos del siglo XIX, la desigualdad distribuida en el mundo rural, esa desigualdad ignota que no se conocía, que la desigualdad concentrada en las megalópolis donde la riqueza coexiste con la pobreza, con la indigencia y con la miseria.

Por consiguiente, si los europeos tienen que ir hacia la expansión del Estado y a construir un nuevo Estado federal, nosotros con mucha más modestia tenemos que dedicarnos a consolidar nuestros estados, porque no hay democracia posible sin un estado competente, como tampoco hay democracia posible sin un sistema de representación capaz de absorber, para bien, este fáustico, me gusta la palabra, fenómeno de participación que estamos viviendo en la sociedad civil.

¿Qué diría a modo de conclusión? Hemos hablado de legitimidad, de representación y de Estado. No puedo menos que evocar, y lo hago con calidez y con muchísimo afecto, la presencia, porque creo que está presente, de mi querido amigo Carlos Fuentes, tributo a su amistad y tributo a su palabra.

Borges decía que un hombre es muchos hombres, y no me dedicaré a evocar aquí, en este final, al Carlos Fuentes de la ficción, sino al Carlos Fuentes que desde aquí y desde todo el mundo pensó el contorno del pluralismo latinoamericano.

Porque, fíjense ustedes, estamos hablando de representación, de Estado, de legitimidad, y tras estas palabras bulle la realidad de nuestras sociedades, de ese espejo enterrado de Carlos Fuentes, donde vivían tantas civilizaciones que estuvieron en conflicto, que fueron excluidas y que hoy, ese era su ideal, ese era su sueño, deberían surgir a la superficie, reconocerse unas a otras y aprovechar realmente la riqueza escondida de estas civilizaciones.

Civilizaciones de lo particular pero, sobre todo, civilizaciones con un profundo destino cosmopolita y de humanidad. No caigamos, por consiguiente, en nombre de la democracia, practicando nacionalismos retródicos y pluralismos de exclusión.

Muchas gracias.

 




Palabras de Manuel Marín:

Buenos días.

Gracias al Círculo, a Julio; gracias a Carlos Slim; y gracias, por supuesto, otra vez más, a Natalio por su finura que todos apreciamos y sus comentarios pertinentes.
Nos encargó el Círculo que elaboráramos desde distintos ámbitos algunas reflexiones, todas relacionadas sobre el valor de la institucionalidad democrática como garantes de derechos y gestor de la sociedad.

Porque obviamente la crisis financiera, y me voy a referir obviamente a lo que mejor conozco la Unión Europea y, por supuesto, mi propio país.

Es evidente que ha afectado y ha dramatizado aún más algunas de las carencias y de las situaciones particulares que se han generado, respecto a este debate permanente de valores democráticos, democracia, estructura de la democracia y  quienes la representan.

Mérito al Círculo de Montevideo. He estado revisando las actas y en una reunión que hicimos, precisamente, en casa de Insulza en la OEA, estuvimos discutiendo sobre las enormes oportunidades que ofrecía la globalización hace ya algunos años.

Pero apuntamos también que la globalización, desde luego, ofertaba muchas oportunidades, pero también iba a generar muchos riesgos.

Y uno de los grandes riesgos que se podía producir, es frente a la ausencia de conseguir una gobernanza global. El gran riesgo es que se produjera la erosión del Estado. Un Estado que se iba a adelgazar por arriba, por la presión propia del desarrollo de los principios de la globalización y que se iba a adelgazar también por abajo por la presión de la transferencia a entidades de gobierno, sea municipal, sea regional, sea de estados federados.

Y si el estado se erosionaba, inevitablemente terminarían erosionándose las instituciones. Y si se erosionaban las instituciones, se produciría la erosión también de los valores y, sobre todo, de las reglas de la democracia. Algo de eso ha pasado y eso era un riesgo que se advirtió en su momento.

Ayer Felipe con la forma que tiene tan inteligente de presentar problemas muy complejos, hizo una pregunta retórica que por supuesto me llamaron esta mañana, estaba en la prensa española.

¿Por qué los políticos y la política no actúan respondiendo en el momento a las necesidades y angustias de los ciudadanos?

Creo que la respuesta es simple: Porque en este debate que hemos tenido, han ganado los otros. Aquéllos que precisamente ni quieren la gobernanza global y quieren una gobernanza lo más reducida y estrecha posible, para crearse ellos mismos un espacio donde deciden prácticamente sin ningún control.

Esa es la respuesta. El caso europeo o yo lo veo así.

Os acordáis de la batalla ideológica entre reguladores y desreguladores que tuvo su expresión máxima en la época de Reagan y en el caso europeo de la señora Thatcher.

Fueron diez años de un combate político muy fuerte.

De un lado, estos desreguladores en aquélla época en Europa que Felipe suele calificar de gran galopada, era minoría y era verdad.

¿Quién era la mayoría?

Los que estábamos del lado del Plan Delors, el Libro Blanco que qué nombre tenía “Crecimiento, Competitividad y Empleo” y aquéllos que querían hacer un mercado interior sin fronteras, pero aquéllos que aportaron, aquéllos dirigentes políticos europeos, Natalio, que aportaron ese concepto tan necesario de cohesión económica y cohesión social.

La cohesión económica y la cohesión social se enfrentaban al concepto de desregulación. Ganamos la batalla en aquella época los partidarios de que una sociedad tiene que crear un mercado interior sin frontera, como lo hicimos en Europa, pero con una fuerte carga de cohesión económica y una fuerte carga de cohesión social porque esos son los equilibrios básicos de una democracia.

Pero hay que reconocer que se produjo una crisis, un gran desequilibrio y ese gran proyecto -ya no se cita- que fue la Constitución Europea non nata, terminó fundiéndose en el referéndum holandés y sobre todo en el referéndum negativo de Francia.

A partir de aquél momento se produjo progresivamente una desviación institucional, que ustedes seguramente habrán visto en la última temporada, el famoso dueto Merkosy, la señora Merkel y Sarkozy, Presidente de la República Francesa; que de hecho, ellos mismos se autodieron la responsabilidad de gobernarnos a todos los europeos con una desviación absolutamente radical del Decision Making Process que está previsto en los Tratados.

Entonces se puso en marcha -por explicar lo que pasa en Europa- algo que es natural cuando no hay reglas, voy a insistir mucho sobre eso porque cuando no hay reglas, inevitablemente la política, en un ambiente internacional, llega a la cacofonía.

Y no solamente la ausencia de reglas te lleva inevitablemente a la cacofonía sino que se pone en marcha algo que es muy europeo dentro de los Estados miembros:

Cada uno, por su cuenta, es lo que está pasando: Todos contra Bruselas, la burocracia es la que tiene responsabilidad de todos y al final se impone el “sálvese el que pueda”.

A partir de ese momento se produce una disgregación seria, digamos que es un momento que no es bueno o es un momento malo, por decirlo con toda claridad, que va a empezar a enderezarse -sin duda- en esta marcha inevitable que tenemos hacia la federalización definitiva de Europa.

Por un lado, el euro, si al final termina aguantando, creo que tiene que aguantar, porque si se cae el euro, se cae inmediatamente el mercado interior y eso sería el colapso, no creo que eso se produzca.

Si el euro, después de todos los garrotazos que le están dando, está aguantando lo que está aguantando, es que realmente es un proyecto finalmente bastante sólido.

Pongo un ejemplo: 

Ayer finalmente el Presidente Draghi dice que va a intervenir a través de mecanismos de estabilidad. El resultado ha sido 100 puntos ha caído la prima de riesgo y la Bolsa en España subió hasta un 6 por ciento.

Esta mañana ya ha habido el contraataque de Reuters del espacio que desearía que el euro no siguiera adelante, diciendo que se ha pactado un acuerdo secreto entre España y Alemania de 300 millones de euros, etcétera.

No olvidéis una cosa aquí en México:

El euro es la derrota histórica más importante que han sufrido los euro-escépticos en Europa y si finalmente la unión fiscal y la unión monetaria con la entrada en vigor del Tratado de Estabilidad el 1 de enero del 2013, este espacio se convierte marginal totalmente en el sistema institucional europeo.

Lo estoy diciendo suficientemente claro, con lo cual de aquí al 31 de diciembre van a ser momentos muy críticos y muy difíciles.

La unión fiscal, la regla de oro, el que se sujete el déficit de todos los Estados miembros  -Estados y Autonomías- me parece muy positivo. 

No soy luterano, soy agnóstico, pero entiendo que ciertos valores que tienen que ver con el ahorro y la austeridad son interesantes, sobre todo para países como el mío, que no somos grandes especialistas en entender que el ahorro y la austeridad a veces es una buena virtud.

¿Qué quiere decir la unión bancaria?

Simplemente -y es lo que quiero explicar aquí-, la unión bancaria viene a decir simplemente: a partir de que son los acuerdos finales y por qué está costando tanto, a partir del 31 de diciembre se pone en marcha el semestre europeo.

Eso quiere decir que todos los estados miembros tienen que enviar, antes de ser aprobados por sus parlamentos nacionales, su propio presupuesto nacional para que el Banco Central, a través de la agencia europea de verificación y control, determine la bondad del presupuesto y si se ajusta o no a las perspectivas que han sido aprobadas dentro del Consejo Europeo.

Dicho de otro modo: transferimos la moneda con la unión monetaria, estamos haciendo el gobierno económico europeo y ello implica algo que es muy fuerte para los estados miembros, de ahí las dificultades que apuntaba ayer Felipe de París, se está transfiriendo toda y completamente la soberanía presupuestaria de los estados miembros, ya no tenemos la moneda y a partir del 1º de enero de 2013 ya tampoco somos soberanos sobre el presupuesto.

Con lo cual estamos en momentos críticos, que creo que es bueno que se consolide este movimiento hacia algo que Natalio decía con mucha finura, es la federalización definitiva de Europa. No, porque la puesta en marcha del acuerdo una vez que entre en vigor, yo que he pasado ahí, como lo sabéis, 18 años de mi vida, las puestas en marcha ahí de las decisiones comunitarias es algo muy duro, es algo muy complicado, que exige mucha técnica, pero las decisiones están tomadas.

Desde luego hay un dato de la realidad: en este momento Europa no está armada para responder a lo que está pasando en términos económico-financieros, hay una absoluta falta de sincronía, vendrá cuando toda esta estructura esté rodada.

¿Por qué las instituciones y por qué la importancia de las reglas?

Soy un admirador, europeísta y confeso que soy, orgulloso de serlo, del gran Jean Monnet; también soy profesor convicto por las tardes en algunas universidades españolas y a los alumnos siempre les doy a leer en la primera clase “Las memorias”. “Las memorias” de Jean Monnet hay que releerlas en este mundo convulso, porque él venía de otro mundo convulso, que era el fin de la Segunda Guerra Mundial y el drama que supuso aquello para la vieja Europa.

Atención: Los hombres pasan, las instituciones permanecen. Lapidario. “Todo se puede conseguir con la voluntad del hombre, pero nada se puede mantener en ausencia de instituciones”.

Jean Monnet trabajó con auténticos líderes, porque en aquella época los líderes se llamaban: Churchill, De Gaulle, Adenauer, De Gasperi. Los admiraba, pero aún así advirtió: “La solución de este continente son reglas e instituciones respetadas por todos”, sino, el liderazgo por sí sólo, por muy potente que sea, no conseguirá dar los pasos definitivos.

Lo ha dicho mucho mejor Natalio que yo: “Las instituciones fuertes, sólidas, respetadas, son los garantes de una vida democrática y la protección de los ciudadanos y de una economía sana y ordenada”.

La respuesta a la crisis está siendo problemática –como ya he dicho- porque la UE no está armada institucionalmente y, en el caso español, haré algunos comentarios particulares que sólo son imputables a mí.

Creo que tanto en Europa, como en España, parte o gran parte de lo que está pasando se explica por el deterioro institucional que se ha producido y, en este deterioro, particularmente de las instituciones, que se ocupan normalmente en un Estado democrático del control y de la verificación en materia financiera y de mercados.

En el caso español, admitámoslo, han fallado, y en algunos casos han fallado lamentablemente y, lo que es peor, inexplicablemente.

Hoy lo discutía viniendo en el autobús con Natalio, y me decía: “Pues anímate a plantearlo por si luego puede ser útil en el debate”, a entrar en un tema de difícil manejo, porque son telegramas, creo que también en Europa y, particularmente, en nuestro país, estamos pagando las consecuencias, no es el caso en América Latina que tiene otra dimensión, como ha señalado muy bien Natalio, de la forma de gobierno.

¿Qué quiero decir “la forma de gobierno”?

En primer lugar, el milagro de los liderazgos y el desprecio al método y al orden. Creo firmemente en los líderes, pero cuando son buenos líderes; si no, no.

El liderazgo arregla muchas cosas, pero el liderazgo tiene que ser muy bueno en la política, en la empresa, en la cultura, en la novela, en la universidad, en todas partes; pero el líder tiene que ser muy bueno.

Me he vuelto bastante escéptico respecto al milagro de los liderazgos. Vamos a liderar éste, vamos a liderar por un desprecio olímpico al método y al orden.

Me considero bastante cartesiano y creo que en cualquier zona de la vida, cualquier zona de la empresa el método y el orden es un valor, y si encima se tiene un gran líder extraordinario, la fórmula funciona.

En segundo lugar, la forma de gobierno y la forma de hacer política, la gestión de las emociones y la gestión de los sentimientos frente a las técnicas del buen gobierno.

Yo estoy aquí, la frase es sabida: “Mírame a los ojos, porque mi obligación principal es comprenderte, y voy a gestionar tus emociones y voy a gestionar tus sentimientos”.

Y el déficit, cuidado, se ha abusado muchísimo desde el punto de vista de la presentación pública, de esta forma de decir las cosas. Y creo que las técnicas de buen gobierno son importantes.

Y aparte de preocuparse de los sentimientos y de las emociones de la gente, naturalmente que sí, creo que la formación, el conocimiento, la experiencia y la capacidad de gestión son buenas cosas que no se pueden dejar de lado.

Y en ocasiones en Europa y, particularmente, en mi país lo he vivido esto, la formación, el conocimiento, tampoco es necesario, hay que hacer buenos mítines, la experiencia mejor que no, y luego la capacidad de gestión tampoco es tan necesaria. Creo que eso ha sido un error.

Otro telegrama, porque me animó Natalio.

Lenguaje mediático versus lenguaje del Estado. Esto es muy castizo, muy español: Lenguaje mediático.

¿Qué es lo que cuenta?

El canutazo mediático. El canutazo mediático de ser capaz delante de vosotros, de una radio, de una televisión, en un debate de machacar al contrario con cinco frases.

Si controlo y domino el canutazo mediático soy un líder. Qué tremendo error.

Y el canutazo mediático ha sustituido al discurso, y el titular ha sustituido al contenido. Y la escenificación -palabra que detesto- ha sustituido al proyecto político.

Y ya para colmo, la hoja de ruta ha sustituido a la agenda y ahora soy un emprendedor cuando bastaba con que tuviera espíritu de iniciativa.

¿No os habéis dado cuenta en España que si veis a un político sin hoja de ruta, no es nadie?

Se ha caído en una forma de decir las cosas donde se pretende ser eficaz y sustituir, a través de un metalenguaje, el lenguaje propio del Estado de derecho que reclamaba Natalio.

¿Es fea la expresión valor de ley, orden democrático? ¿No es bella la palabra justicia? ¿No es interesante la palabra cultura, cooperación, valores, participación ciudadana? ¿Nos parece más hermosa la palabra constitución que hoja de ruta?

Y, por último, la fuerza de mercado y la debilidad de las instituciones, lo que ha pasado lo expresa de una manera manifiesta.

En consecuencia, creo que gran parte de la crisis, que hay mucho de crisis de valores, es una forma de entender la gobernabilidad, donde se ha abandonado ciertas cosas que parecían muy antiguas y al final lo estamos pagando.

Siempre que empiezo la parte relativa al desarrollo de la política de las instituciones, también le doy a mis alumnos un texto de alguien que, para mí, es mi referencia intelectual, don Norberto Bobbio, el gran politólogo italiano, “El futuro de la democracia”; os lo tenéis que leer, doy su frase de referencia:

“Los pactos de la política son, por definición, precarios y coyunturales; la fuerza de la democracia descansa en sus reglas y en sus instituciones”.

Me parece básico en los momentos que estamos viviendo, me parece básico y fundamental. Creo que recuperar el respeto, la independencia de las instituciones, es una necesidad perentoria también en la salida de la crisis financiera. Tenemos que recuperarla.

Y ya voy entrando en nuestros problemas internos, haciendo una referencia en algo que no va a producirse. Acordaros de la frase pomposa del Presidente Sarkozy en la primera reunión del G-20:
“Estamos aquí para reinventar el capitalismo, y lo primero que vamos a hacer es terminar con los paraísos fiscales. Ya sé que no es un elemento central de la crisis financiera los paraísos fiscales”, pues ahí están todos vivitos y coleando.

A partir de esa reflexión, creo que sin reglas precisas, ya voy terminando, sin instituciones independientes y fuertes, difícilmente se van a poder garantizar los derechos de los ciudadanos y el estado de derecho va a sufrir, y si sufre el estado de derecho sufre también la economía. Quiérase o no, sufre también la economía.
Y quiero decir que no estoy abogando porque vuelva una burocracia ciega que oficie la iniciativa individual y empresarial; no creo tampoco en un estado interventor, ¡cuidado!, no creo en el estado soviético, en absoluto; creo en el estado democrático.

Lo digo por que inmediatamente, cuando se defiende con ardor y vehementemente el estado democrático o los valores del estado democrático, de la ciudadanía democrática, siempre surge la pregunta: Oiga, ¿no se ha vuelto usted prosoviético? No, en absoluto, pero hay que defender ciertas cosas que se han perdido, con ardor y un cierto grado de vehemencia, me parece importante.

¿Por qué? Porque si no se respetan las instituciones y las reglas, y dejan de ser una referencia básica, pasa lo que nos ha ocurrido a nosotros: llega la desconfianza y llega la inseguridad, y si internacionalmente te ponen la etiqueta: poco fiable, inseguro, estás muerto; lo pasas muy mal.

En ese sentido, quiero a mi país como cualquiera, España es un mal ejemplo de haber descuidado su entramado institucional y sus reglas, porque gran parte de la crisis española se explica por una degradación de nuestra vida institucional y los fallos de nuestro sistema de regulación, control y verificación de las cuentas públicas y del sector financiero.

Me preguntaba anoche Belisario, nuestro entrañable Belisario: ¿Pero, Manolo, cómo reaccionó la gente con lo de Bankia?

Pues imagínate tú que esto pasó en un fin de semana. Viernes, Consejo de Ministros; sábado, aparece el nuevo Director General, señor Goirigolzarri, y dice: Señores, tenemos un agujero de 23 mil millones de euros.

Y la gente se quedó perpleja, pero bueno, si esta gente había hecho una fusión, había salido a bolsa, nos contaron que había sido autorizado por el Banco de España, la CNMV, el Parlamento lo aprobó, falló todo.

Falló todo, dramáticamente falló todo. Ahí está la respuesta, Belisario, en cascada.

Y eso significa un deterioro institucional muy serio y de ahí el drama para España, un pueblo muy orgulloso.

Tuvimos que aceptar que nuestra contabilidad nacional no se diera por buena en Bruselas, esa vez que nos impusieron la obligatoriedad de que desde fuera se nos hiciera la contabilidad de nuestro sistema financiero.

Es duro, pero cuando tu propio banco y la contabilidad nacional que hasta ahora pensábamos que era la referencia; nos pasó lo que nos pasó.

Y entonces termino y como esta mañana me narraban, esto ha tenido bastante repercusión, señor Slim en Madrid, porque decía: Es verdad que Felipe dijo que no vamos a alcanzar el déficit.

Y les he dicho: Sí, es verdad. La gente está atenta en Madrid de todo lo que se dice aquí y esto es bueno.

Pues aprovecho también, porque el otro día en un debate, voy a repetir lo que les dije.

¿Pero cuál sería el síntoma, señor Marín? Yo paso por ser una persona más o menos sensata por mi trayecto, mi trayectoria profesional.

Y les dije a los españoles: Esto es muy claro. Tenemos que sacar conclusiones y tenemos que hacer un análisis por muy duro que sea sin concesiones, si no, no nos vamos a recuperar.

Lo que ocurre en España, es lo que le ocurre a un nuevo rico que ha perdido el sentido del límite.

Fuimos un país de gran éxito. Conseguimos en 30 años de democracia enterrar muchos demonios del pasado.

Éramos un país admirable. Estuvimos de moda. En todas partes se consideraba el milagro español lo que han hecho.

Nuestro éxito nos llevó a una situación donde nos creímos nuevos ricos y organizamos demasiadas fiestas.

Y como organizamos demasiadas fiestas, vivimos por encima de nuestras posibilidades y cometimos el error, por eso yo decía la forma de hacer y de decir las cosas, cometimos el error de despreciar el valor del esfuerzo porque éramos todos creativos.

Los que visitaron España en los últimos diez años. Éramos los más creativos del mundo. Y la cultura del esfuerzo se arrinconó. Y ese es un valor social determinante, el esfuerzo.

En segundo lugar, el mérito. El mérito, el conocimiento, la capacidad. El mérito empezó a despreciarse y lo que contaba era la simpatía.

Y luego, por último, el trabajo bien hecho que debe ser una virtud fundamental.

Por eso, yo creo que cierta medicina luterana no nos vendrá mal en casa. El valor del trabajo bien hecho ¿se resolvía? ¿para qué? Si somos estupendos.

¡Cuidado con los líderes estupendos! ¡Cuidado, Natalio! Eso lo tienes que incorporar en tu análisis, loa líderes estupendos, porque cuando todos somos estupendos, cuidado con eso porque luego se paga.

¿Esto tiene algo positivo?

En primer lugar, hoy han dado unos datos, cuando hablaba de Madrid, me contaban lo que pasaba en México, lo que pasaba en Madrid, que es realmente doloroso porque la encuesta de población activa nos ha dado ya por encima del 24 por ciento de desempleo. 

Esto es muy serio porque son cifras estacionales de toda la puesta en marcha del sector turístico, que es cuando se coge a mucha gente porque nosotros tenemos un paro estacional que sube y baja en función de las vacaciones en nuestro país.

Esto nos va a llevar inevitablemente a algo muy útil, que yo creo muy útil en España: Que es una posición de humildad necesaria porque los españoles -lo sabéis bien los mexicanos que también sois un poquito excesivos- tenemos una pasión fogosa y una gran manía.

La pasión fogosa es pensar que siempre llevamos razón y la gran manía es que le damos lecciones a todo el mundo.

Entonces, este momento que estamos viviendo nos va a llevar a reducir nuestras pasiones fogosas y nuestras manías, creo que vamos a ser capaces de arreglarlo.

Probablemente la propuesta que hizo Felipe de un acuerdo nacional es necesaria y tenemos que darnos un proyecto para los próximos 50 años, donde reconstruyamos, repensemos lo que no funciona, porque ojo:

La gran tentación que existe en nuestro país es pensar que esto es culpa de Draghi, que no nos entiende; esto es culpa de Europa, que es muy lenta.

El 80, 90 por ciento de las cosas que nos pasan tienen un origen estrictamente hispano-español, las hemos creado nosotros y las tenemos que arreglar nosotros, en un ejercicio muy duro y sin concesiones que tendremos que hacer.

Luego, palabras como rigor, orden, método, gestión transparente, deben ser de las reglas que tenemos que reincorporar a nuestra forma de gobernar y a nuestro discurso político. 

Y sí lo hacemos, si llegamos al 31 de diciembre con todo el aparataje europeo construido, será posible que empecemos a ser otra vez un país que se nos admire porque nos gusta el esfuerzo, nos gusta la calidad, nos gusta el trabajo bien hecho, somos serios, somos rigurosos, tenemos ya instituciones fiables.

Si el Banco de España da una cifra, eso no se discute. Eso es lo que necesitamos. El diagnóstico está hecho y habrá que ponerlo en marcha.

Confirmo lo que con gran talento decía Natalio: Nosotros vamos a una fe de realización que va a ser muy complicada; vosotros lo que decís ahora es trasladar la virtud del Estado de Derecho a la ciudadanía para que disfrute, de una vez por todas, de ser ciudadano de un Estado de Derecho.

Al final de todo, son dos procesos que van a terminar reencontrándose porque en último término abordaremos ya, en un estadio superior, el compartir valores.

El compartir valores en este mundo de la globalización, ante la ausencia de una gobernanza general, es lo básico. Si no va a haber una gobernanza del mundo, por lo menos que seamos capaces de compartir los valores elementales que tienen que ver con el ciudadano, la democracia y quien debe proteger la democracia.

Gracias por todo.



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