Conferencia del exministro de Economía de Colombia, José Antonio Ocampo, titulada "¿Qué se espera hoy de las finanzas?"
México, D.F., 26 de julio de 2012.

Presentador: A continuación tanto académico, como actor político, doctor José Antonio Ocampo. Fue Ministro de Economía de Colombia y es actualmente profesor y Director del Programa de Desarrollo Económico y Político de la Escuela de Asuntos Públicos Internacionales, la prestigiada SIPA, y miembro del Comité de Asuntos Globales de la Universidad de Columbia, en Nueva York.


José Antonio Ocampo: Déjenme comenzar agradeciendo esta invitación a esta plenaria del Círculo de Montevideo que todos sus participantes siempre encontramos extremadamente provechosa y, obviamente, al Presidente Sanguinetti que es el padre y la esencia de esta fundación, así como al ingeniero Carlos Slim que nos ha invitado a este hermoso país y a esta hermosa ciudad.

Voy a tratar de organizar mi intervención en torno a tres grandes temas. En primer lugar y a riesgo de meterme en un tema que no es quizá el de mi fortaleza, quiero hacer algunas referencias a la crisis europea, visto desde algunas perspectivas que yo encuentro interesante que creo que en lo fundamental complementarán y estarán de acuerdo con las apreciaciones que ya nos hizo el Presidente Felipe González.

Segundo, algunas anotaciones sobre Estados Unidos y los riesgos que representan, que en cierto sentido son mucho más importantes en materia comercial para América Latina que los riesgos europeos.

Los riesgos europeos son riesgos financieros para América Latina, los riesgos de Estados Unidos son mucho más riesgos comerciales.

Y tercero, hacer algunas anotaciones sobre un tema sobre el cual poco se habla, pero que me parece muy importante que es lo que denominaré, quizá un poco exageradamente, pero importante, es la crisis del comercio internacional.

Sobre Europa, quisiera hacer cinco anotaciones fundamentales. Primero, corroborar la apreciación de la presentación del  Presidente González de que el gran problema visto del análisis internacional es lo lento que resulta el proceso decisorio europeo.
Incluso, su transformación de un proceso que tenía un cuerpo ejecutivo en un proceso casi estrictamente intergubernamental, que es una característica que en realidad creíamos que había superado Europa.

Y digo, esto es particularmente importante porque de alguna manera creo que a través de una secuencia de cumbres los jefes de estado europeos han dejado claro que quieren salvar el euro; pero el proceso decisorio puede ser incompatible con las decisiones que haya que adoptar a la postre para salvar el euro.

Y salvar el euro, diría yo, es el punto esencial de la agenda internacional del momento. Un colapso del euro es una crisis internacional sin antecedentes, porque es el colapso de una moneda de reserva.

La historia universal nunca ha visto como tal el colapso de una moneda de reserva. Es cierto, la libra esterlina abandonó el patrón oro en septiembre de 1931, pero era ya después de unos 15 años en los cuales el patrón oro había entrado en franca decadencia.

Nunca se ha dado realmente una crisis de esta naturaleza; se ha especulado mucho sobre una crisis del dólar, pero la realidad es que está la crisis del euro.

Esto me parece que es un tema importante y sobre él volveré cuando hable, más adelante, del tema griego que me parece que es el punto crítico en la cadena decisoria.
Segundo. Lo que desilusiona, si se quiere, a todos los que vemos a Europa desde lejos, es la ausencia de un paquete de reactivación. El paquete anunciado en la última cumbre, de 120 mil millones de euros que, por lo demás, utiliza en gran medida recursos existentes y utilizaría, obviamente, el Banco Europeo, inversiones como uno de sus instrumentos, es un paso importante, pero la suma es demasiado pequeña para la magnitud del problema.

Y, fuera de ello, uno de los grandes problemas europeos es la asimetría interna entre sus economías. Desde por lo menos los trabajos de Heinz en los años 30, nos hemos acostumbrado a pensar que el gran problema de las crisis es que obligan a los países deficitarios a ajustarse, pero no hay una presión de la misma magnitud para que los países superavitarios se ajusten o expandan, en el caso particular del superavitario.

Aparte del problema de la ausencia de un paquete europeo como tal, es la ausencia de medidas de expansión de las economías superavitarias; que deben tener dos dimensiones: una primera que es una dimensión fiscal; deben adoptar unas políticas de expansión fiscal que ayuden a la reactivación de la economía europea y que sean la contraparte de las medidas de austeridad fiscal que tienen que adoptar las economías que enfrentan problemas de déficit.

Pero también e igualmente importante deben hacer un aumento de sus salarios. Ese es un tema que me parece que no se ve tan claramente en el debate europeo, pero que es particularmente importante. O sea, parte del problema es que la competitividad se tiene que ajustar o la menor competitividad de la periferia europea tiene que generar un ajuste de salarios relativos. Los salarios de la periferia europea tienen que reducirse, en relación con los salarios de las economías con mayor fortaleza.

Pero eso se puede lograr por dos vías: por la vía de la reducción de los salarios en la periferia o por la vía del aumento de los salarios en las economías que tienen mayor capacidad para hacerlo, y hasta ahora, lo que hemos visto es que el grueso del ajuste se ha hecho por la primera vía.

Creo que además, el efecto conjunto de la tendencia a la reducción de los salarios y el desempleo en la periferia europea, es un efecto recesivo muchísimo más importante que cualquier otro que enfrenta la periferia europea porque afecta el consumo -que es el 70 al 80 por ciento de la demanda agregada- y por lo tanto, es la principal fuente de demanda.

Las autoridades alemanas, el Ministro de Hacienda alemán hace unos 3 meses anunció que se permitirían unos ajustes mayores de los salarios. Yo diría que en Alemania eso debería de ser una parte esencial de la política de ajuste europeo, no solamente por el lado de la expansión fiscal sino también del aumento de los salarios en los países que tienen capacidad para aumentar salarios en las condiciones actuales.

Tercero. Es evidente que el Banco Central Europeo es el único instrumento de acción rápida con que cuenta la eurozona para poder controlar el principal problema, lo presentó el Presidente Calderón y el Presidente González, que es la especulación contra los bonos de deuda pública de varias economías de la periferia europea, que además amenazan con transformar -como decía el Presidente Calderón- la situación de iliquidez, como es claramente la de España e Italia, en una situación de insolvencia.

Por ese motivo, ese instrumento se debe utilizar en gran escala; intervenciones que ha hecho el Banco Central Europeo han sido hechas sin ganas, sin deseos de estabilizar el mercado y el mercado lo ha entendido claramente así. Por lo tanto sus efectos duran días.

Si hay una decisión firme, debería hacerse a través de una regla mucho más estricta, mucha gente ha propuesto que la regla sea -por ejemplo- que el Banco Central Europeo intervenga firmemente y compre ilimitadamente bonos de ciertos países de la eurozona cuando el margen de riesgo supera cierto nivel al costo de la deuda pública alemana -no sé 200 o 300 puntos base; o sea, 2 o 3 puntos porcentuales- y por lo tanto, que el Banco Central Europeo tenga un compromiso firme.

Eso estabilizaría realmente los mercados y es el único instrumento que a corto plazo existe para ello.
Sin embargo, al mismo tiempo creo que hay que entender un problema que me imagino se discute internamente al interior del Banco Central Europeo, que es una anomalía total de la institucionalidad del banco Central Europeo.

Y lo pongo como ejemplo: es que pensemos un escenario en el cual la Reserva Federal de los Estados Unidos no tuviese para intervenir en un mercado bonos del Tesoro de los Estados Unidos sino que tuviera que intervenir en el mercado comprando bonos de deuda pública de California, de Nueva York, de Illinois, de la Florida.

La dificultad y los problemas inherentes a esa forma de intervención son absolutamente claros. ¿Por qué comprar los de California y no los de la Florida o los de Illinois?.

Ese problema se resuelve enteramente diciendo: “Solamente compramos títulos del Tesoro de los Estados Unidos”.

Ese mismo problema lo resolvió el Banco de Inglaterra y todos los Bancos Centrales del mundo lo resuelven así. El único que no lo ha podido resolver es el Banco Central Europeo porque no existen eurobonos.

Técnicamente la solución adecuada para Europa, a mi juicio, es que el Banco Central Europeo compre y venda eurobonos, pero para eso hay que crear los eurobonos y ha sido un largo y dispendioso proceso que no ha permitido hacerlo.

La única solución a corto plazo es, a mi juicio, que se le dé una autorización al nuevo mecanismo de estabilidad europeo de emitir bonos, incluso de tener el carácter de entidad bancaria, para que pueda acceder directamente a recursos del Banco Central Europeo que sea éste mismo el que compre esos títulos y el mecanismo de estabilidad el que interviene en mayor escala para estabilizar los mercados de bonos europeos.

Ese me parece que sería un mecanismo mucho más técnico que pasa, por supuesto, por el gran debate sobre lo que en Europa se llama: “mutualización de la deuda”, porque ésta sería una primera forma de mutualización de la deuda, que me parece que es la esencia misma de lo que se necesita para que haya una intervención moderna y estabilizadora del Banco Central Europeo.

El cuarto punto que quisiera resaltar es la peculiaridad que tiene el concepto de la unión fiscal en el contexto del debate europeo.

En una federación, digamos nuevamente en los Estados Unidos, en los Estados Unidos Mexicanos o en Brasil, la unión fiscal implica que hay impuestos de la federación y que una parte del recaudo de los impuestos se redistribuye regionalmente, de tal manera que hay una redistribución fiscal en gran escala dentro de la unión.
Ahora, el concepto de unión fiscal que se debate en Europa es estrictamente un pacto de estabilidad, más fuerte que el de Maastricht, como el que se aprobó hace dos años; como el que se incorporó en la Constitución Española, pero ese es un concepto, me parece, bastante particular de unión fiscal en el contexto europeo.
Europa tiene unos mecanismos a través de sus fondos de cohesión que genera una redistribución fiscal al interior de la unión, pero esos recursos son tres a cuatro décimas del PIB europeo, que es una magnitud irrisoria para las necesidades actuales de redistribución, que son las que demandan los casos particulares de varios países que realmente necesitan un plan de reactivación muy centrado en el empleo como el elemento central de ese plan de reactivación.

Me parece que si Europa va a ir hacia una federación, en el sentido fiscal del término, entiendo; pero una unión fiscal exclusivamente basada en un pacto de estabilidad o cuyo elemento esencial sea el pacto de estabilidad, es una unión fiscal bastante coja, a mi gusto.

Y quinto, que me parece muy importante, el problema central en donde se puede desencadenar una crisis de grandes proporciones y un problema que no está todavía resuelto, es el tema griego.

Esto lo ve uno desde muy diferentes dimensiones, pero tal vez la más importante, el Presidente Felipe González nos habló de la cuenta corriente, es verlo a través de la cuenta corriente.

La cuenta corriente, recordemos, en economía es la diferencia entre el gasto agregado de los ciudadanos de un país o los residentes en un país, y el ingreso que genera. Eso es digamos la esencia, la cuenta corriente.

En España, el ajuste en gran medida ya se dio, se pasó de un déficit de 10 por ciento del PIB español a un déficit del 2 por ciento.

En Portugal también se dio en gran medida, pasó de un déficit de 13 por ciento del PIB aun déficit de 4 por ciento, todavía le falta un poco más.

Pero en Grecia, donde era casi el 15 por ciento del PIB, todavía es un poco inferior al 8 por ciento del PIB. En otras palabras, Grecia pese a todo lo que ha acontecido en los últimos años, tiene todavía un déficit externo monumental.

Y además, y muy importante, tiene un déficit fiscal todavía en cuantías muy superiores a las que son financiables a través de cualquier mecanismo incluidos los mecanismos de programas a los cuales tiene acceso.
Mucho se ha dicho de la similitud entre la situación de Argentina y la situación de Grecia por parte de los que han recomendado que Grecia se salga del euro.

Ahora, una salida de Grecia del euro, primero tiene por esta razón un problema esencial para la economía griega. Y en ese sentido existen tres diferencias absolutamente esenciales con Argentina, la primera y la obvia, es que no hay dracmas, no hay billetes de dracmas, entonces al otro día el abandono del euro la gente no tiene con qué ir a comprar nada, lo cierto de ese pequeño problema logístico, eso se resuelve obviamente en un mes, mes y medio, a no ser que imprima los billetes de dracmas antes de abandonar el euro que es una posibilidad también.

Pero ese es un problema logístico, Argentina tenía los pesos argentinos.

Pero aún más importante, Argentina tenía un superávit fiscal primario antes de abandonar la convertibilidad, en otras palabras, una vez dejaba de pagar la deuda que es algo que tendría que hacer Grecia de todas maneras, quedaba con unas cuentas fiscales viables. O sea, los ingresos corrientes pagaban la totalidad de los gastos de Argentina. Esa es la segunda diferencia esencial.

Y la tercera diferencia esencial es que el sistema bancario argentino era mucho más pequeño y no estaba quebrado antes de abandonar la convertibilidad.

El sistema argentino era 20 o 25 por ciento del PIB argentino. El sistema financiero griego es un 80 por ciento del PIB griego, es un problema mucho más grande y además está totalmente quebrado. En otras palabras, al otro día de abandonar, y por último y cuarto, existe un déficit en cuenta corriente todavía enorme.

Entonces, al otro día de abandonar la convertibilidad o el euro, en este caso, Grecia sería una economía absolutamente inviable, cuya única forma de financiarse es a través de emisiones masivas, y por lo tanto el riesgo de altísima inflación o de hiperinflación, me parece que sería muy alto, nuevamente a diferencia clara con la situación argentina donde el abandono de la convertibilidad generó una estabilización del tipo de cambio de la inflación un par de años después del abandono. Esa es una diferencia esencial.

Pero aún más importante, ya desde el punto de vista europeo e internacional, el abandono del Euro por parte de Grecia genera un efecto dominó, un contagio, como se le dice en los debates económicos, que a mi juicio va ser extremadamente difícil de contener; el Banco Central Europeo tendrá que emitir, ya no en las cantidades que ha emitido, sino tendrá que emitir 12 millones de euros para estabilizar la situación, tendrá que emitir masivamente para manejar los retiros que ocurrirán en Irlanda, en España, en Italia, en Portugal, que serán absolutamente masivos, porque evidentemente todos los ciudadanos dicen: “Bueno, ¿cuándo seremos nosotros, cuándo sigue esto con nosotros?”.

Me parece que hay un tema absolutamente esencial y lo que es crítico y que todavía no se ha guardado, y más aún las noticias más recientes son muy negativas a cerca de cómo se va manejar la crisis griega.

La crisis griega, como se ha dicho hace mucho tiempo, requiere una reducción de deuda mucho mayor que la que se acordó hace algún tiempo y sobre todo requiere, para ponerlo claramente, un Plan Marshall para Grecia, o sea, un plan de expansión financiado por la Unión Europea para facilitar la reactivación de la economía griega.

Y a diferencia notablemente con España o con Italia, el problema de Grecia es de absoluta falta de solvencia y de absoluta falta de competitividad internacional, mientras creo que el tema de España e Italia es un problema mucho más de liquidez.

Sobre Estados Unidos hay dos reflexiones fundamentales:

Todos sabemos que el principal problema que se ve en Estados Unidos es un tema de confrontación política, de polarización extrema donde virtualmente no se llega a un acuerdo político para ningún tema económico de fondo y especialmente para ningún tema de ajuste fiscal que involucre, como razonablemente involucra para cualquier analista de la situación norteamericana normal un aumento de impuestos.

Y no solamente una reducción de gastos, porque el tamaño del gobierno de Estados Unidos, para comenzar, es mucho menor que el de otros aparatos fiscales, europeos, por ejemplo y para reducir un tamaño de déficit del 8 al 10 por ciento del PIB requeriría un ajuste de gasto de tal magnitud que simple y llanamente no es viable en ese caso.

Pero a esto se suma lo que en el debate de Estados Unidos se ha venido a llamar el precipicio fiscal. El precipicio fiscal es la conjunción, al finalizar este año, de tres situaciones extremadamente complejas.

La primera es el ajuste automático, el recorte automático del gasto público que fue acordado cuando se discutió por última vez el aumento del techo de deuda pública del Gobierno Federal.

Recuerdan, en ese enfrentamiento vergonzoso que hubo en el Congreso de los Estados Unidos, que se creó una comisión que iba proponer un plan de ajuste de largo plazo, pero que si esa comisión fracasaba, como de hecho se esperaba que fracasara y fracasó, entonces habría unos recortes automáticos que se determinaron en la ley.

Esos recortes automáticos comienzan el 1º de enero del año entrante.

Segundo, en ese mismo momento se vence la Ley de Recortes de Impuestos que se expidió durante la administración Bush y que la administración de Obama, un poco a regañadientes, extendió por dos años consecutivos.

Ya el Presidente Obama ha dicho que él no está dispuesto a renovar esa ley, excepto para la familia con ingresos menores a 250 mil dólares.

Por tanto, el 1º de enero habrá un aumento de tributación de unas magnitudes importantes.

Y tercero, también se vence simultáneamente el paquete de subsidios a las cotizaciones a la seguridad social que se pusieron en marcha hace dos años y que difícilmente se renovaron durante este año por oposición de la derecha republicana en los debates parlamentarias, pero que finalmente hubo un acuerdo para extenderlo por un año importante porque se considera que es parte esencial de la política de generación de empleos.

La coincidencia de esos tres factores es un ajuste fiscal del 5.1 por ciento del PIB de Estados Unidos, es un maxi ajuste inmediato de una magnitud que hoy en día nadie ha hecho en ningún país desarrollado, algunos países en desarrollo han hecho ajustes de esta magnitud; ningún país desarrollado lo ha hecho jamás.

Los paquetes europeos son bastante más moderados que éstos, en un año a mediano plazo son paquetes también de este tamaño.

La oficina del presupuesto del Congreso de los Estados Unidos que es la autoridad más respetada en materia presupuestal estima que este ajuste generaría una recesión en los Estados Unidos en el primer semestre del año entrante, con una caída del PIB estimada en 1.3 por ciento como resultado del mero efecto del ajuste fiscal.

Obviamente, cualquier escenario razonable de política diría: Esto se puede manejar a través de un acuerdo político, que extienda los beneficios de la seguridad social, los impuestos a la seguridad social, que extienda una parte de los beneficios tributarios, pero no todos; que haga más suave el ajuste del gasto público, en fin, para evitar este choque. Pero la realidad es que la polarización política no parece estar dejando ningún margen diferente a esta situación.

Veremos en el debate presidencial que está en curso allá para la elección presidencial, obviamente no se ha dado ninguna señal de por dónde estarían los acuerdos posibles para manejar esta situación.

Y finalmente, sobre el comercio internacional, quiero hacer tres reflexiones importantes, y esto es sin desconocer el énfasis que le dio el Presidente Calderón al comercio internacional.

Además, en América Latina de alguna manera hemos puesto todos los huevos en la canasta del comercio internacional, llevamos 25 años, 30 años en que nuestra apuesta fundamental es al desarrollo exportador como motor de crecimiento.

Mi impresión, y es una impresión obviamente que puede estar equivocada, es que con la crisis hubo un cambio en la tendencia de largo plazo del comercio internacional. El comercio internacional tuvo dos grandes períodos de expansión acelerada en la posguerra.

El primero, que va desde el final de la guerra hasta 1974, en el cual el comercio, medido a través de las exportaciones reales, creció al 7.5 por ciento más o menos, por año; después hubo un período de desaceleración entre el 74 y el 86 y vino un segundo período de fuerte expansión, donde volvió a crecer otra vez el 7.5 por ciento, por año.

Ahora, como la economía mundial ha crecido mucho menos en las últimas dos décadas que lo que crecía durante la edad de oro de la posguerra, sobre todo la europea, esto solamente fue posible con lo que nosotros le llamamos una alta elasticidad, en otras palabras, con un crecimiento proporcionalmente mucho más elevado del comercio que el PIB.

Esa elasticidad fue de 2.4, quiere decir que por cada punto de crecimiento del PIB el comercio internacional crecía 2.4 por ciento, y eso fue lo que hizo posible que con un crecimiento en torno al tres por ciento, el comercio internacional creciera 7.5 por ciento.

Después de la crisis, lo que hemos tenido es un crecimiento del comercio del 2.7 por ciento por año, o sea, una tercera parte de lo que crecía anteriormente, y eso es el efecto de dos factores, en primer lugar del menor crecimiento mundial, pese al continuado dinamismo de China, la India, en fin, y segundo, de que esa elasticidad se ha reducido y, a mi juicio, se ha reducido permanentemente, la elasticidad en los últimos cinco años es de 1.4 por ciento.

Es decir, la economía mundial va a crecer menos dinámicamente y, por otra parte, el comercio internacional no es particularmente elástico al crecimiento económico, el mundo va a enfrentar una era de un crecimiento del comercio internacional mucho menos dinámico de lo que está acostumbrado durante más de medio siglo.

Esto me parece que es extremadamente importante, precisamente porque nosotros le hemos apostado todo a esa canasta, a la estrategia exportadora, y también implica, entre otras cosas, que los mercados internos han adquirido una nueva relevancia.

El equilibrio entre los mercados internos y los mercados externos va a ser mucho más importante hacia adelante, incluyendo entre ello, las tentaciones proteccionistas que obviamente surgen en un ambiente en el cual el crecimiento económico no es particularmente grande.

Creo que para América Latina una reflexión importante es cómo pensamos nuestro futuro en un contexto de un comercio internacional mucho menos dinámico.

Segundo. Llevamos 10 años que, con una breve interrupción en el 2008-2009, hemos vivido un gran auge de precios de productos básicos, cuya causa básica es el gran dinamismo de la economía China; no la India, que a veces se le menciona ahí; es China, China es la que genera el grueso del gran crecimiento en la demanda de productos básicos.

En esta materia, la pregunta es: ¿Cuándo termina ese auge?.

El Presidente Calderón dice “ya comenzó la caída”, puede que no; las sequías de Estados Unidos, por lo demás, harán de generar una reactivación de un aumento nuevamente en los precios agrícolas y además las condiciones geopolíticas han generado un nuevo aumento del precio del petróleo.

No creo que haya todavía las condiciones para una caída firme pero vamos a tener una caída firme de precios de productos básicos, en algún momento, en el futuro inmediato.

Este fenómeno se hará mucho más acentuado si la economía china se desacelera mucho más de lo que está previsto, que me parece además que también es un escenario altamente probable.

Esto es, que China no se desacelere al 8 por ciento sino al 6 por ciento.

La implicación de esto es profunda, sobre todo para los países sudamericanos; esto, entre otras cosas, porque nosotros nos hemos venido gastando ese auge de precios de productos básicos. 

Eso se puede ver de la siguiente manera: El déficit en cuenta corriente de América Latina, el año pasado, fue de 1.4 por ciento del PIB; pero si uno le quita el aumento, el efecto positivo al aumento en términos de intercambio que fue de 4 puntos y medio, el déficit en realidad fue cercano al 6 por ciento del PIB. 

Entonces una caída de precios de productos básicos genera una situación delicada en la balanza de pagos, particularmente de los países sudamericanos.

Por último, en este ambiente de un crecimiento no dinámico del comercio internacional, sobre todo del comercio norte-sur porque el norte no crece o el centro-periferia, el centro no crece muy dinámicamente por las condiciones difíciles que enfrenta, el comercio sur-sur tiene una importancia creciente, como se ha venido diciendo reiteradamente. 

Pero ese comercio sur-sur para América Latina son dos cosas fundamentales: Es, en primer lugar, el comercio entre nosotros mismos; o sea, los procesos de integración. 

Lo que simplemente podría decir sobre eso es que esos procesos están siendo erosionados día a día por la política; la política está erosionando nuestros procesos de integración.

Por lo tanto, la posibilidad de pensar -por ejemplo- en el mercado interno ampliado como una alternativa del desarrollo latinoamericano, que seria algo que se deriva de mi apreciación de que el comercio internacional va a ser mucho menos dinámico, es una posibilidad que está siendo erosionada por la política.

La segunda dimensión es nuestro creciente comercio con China. Sobre esto, el principal problema es que es un comercio extremadamente desequilibrado, es un comercio en el cual América Latina esencialmente exporta 5 productos  -no mucho más de eso- es decir, exporta petróleo, cobre, mineral de hierro, soya y pulpa para papel e importa de China una canasta de manufacturas cada vez más sofisticada.

Es, en otras palabras, un comercio en el cual la relación estratégica es claramente favorable para China; que además por eso está en una ofensiva correcta con América Latina.

Para mí, la estrategia fundamental en esta materia debería ser en primer lugar reconocer que el mercado chino es el mercado del futuro, comenzar por ahí; pero, al mismo tiempo, plantear una relación estratégica en la cual no seamos meramente exportadores de un puñado de productos básicos hacia la gran economía asiática, sino que realmente haya una relación estratégica.

Esa relación estratégica el país que la ha planteado más claramente, hablo de cambiar esa relación, es Brasil, en sus encuentros con China, pero no hay nada similar, incluso, la “Alianza del Pacífico” no contiene, me parece una visión estratégica de la relación América Latina con China. Más aún, me parece que esa relación habría que plantearla como una relación latinoamericana y no solamente de países individuales.

Por tanto, existen grandes potencialidades, pero también unos desafíos inmensos en la forma en que América Latina redefine sus relaciones económicas con China.

Muchas gracias.



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