El hombre más rico del mundo aumenta donaciones pese a su escepticismo sobre la caridad
4 de octubre, 2012

Por Caroline Preston
Ciudad de México

Foto: Ronaldo Schemidt/AFP/Getty Images

A Carlos Slim no le toma mucho tiempo manifestar su inconformidad con la filantropía. El señor Slim, empresario mexicano que según algunas estimaciones es la persona más rica del mundo, está sentado en una oficina de Grupo Financiero Inbursa, banco que forma parte de su imperio corporativo. La sala está escasamente decorada para alguien con su riqueza neta, la cual Forbes estima en unos 69 mil millones de dólares. Su Premio “Lifetime Achievement” Malcolm S. Forbes, que se entrega a los “héroes del capitalismo empresarial”, cuelga de una pared.

Ciertamente, el señor Slim tiene todos los atributos de héroe del mundo no lucrativo. Pero esta no ha sido nunca su ambición.
Cuando este hombre de 72 años ingresó a las filas de los multimillonarios del mundo, aumentó sus donaciones también. Desde 2006 ha aportado 4 mil millones de dólares a la fundación que lleva su nombre, según un vocero suyo. Inició un instituto dedicado a la salud en América Latina, además de expandir el trabajo de la Fundación Telmex, creación de su empresa de telecomunicación Telmex, la cual ha apoyado una diversidad de proyectos de educación, salud y deportes.


Un escéptico de las actividades no lucrativas

En los últimos seis años, las organizaciones del señor Slim han empezado a comprometer cifras de ocho números con sus similares del Broad Institute y el World Wildlife Fund. Desde entonces también trabaja con la Fundación William J. Clinton y la Fundación Bill y Melinda Gates en proyectos contra la pobreza en América Latina y de mejoramiento de la salud de los más pobres de América Central y el sur de México.

Pero el señor Slim, quien dice haber dejado la dirección cotidiana de sus empresas hace unos años ─en parte para dedicarse a la fundación─  a menudo manifiesta escepticismo por la filantropía.

Esto ha contrariado a algunas personas del mundo no lucrativo, quienes afirman que las donaciones del señor Slim carecen de transparencia, suman una parte muy pequeña de su riqueza y todavía falta ver los resultados a los que este magnate de las telecomunicaciones, las ventas al menudeo y la banca dice aspirar.
Esta tarde de primavera Slim parece interesado en actuar más como provocador que como defensor de la filantropía.

“Hemos visto donaciones durante 100 años”, dice. “Hemos visto a miles de personas trabajar sin fines de lucro, y los problemas y la pobreza son mayores. No han resuelto nada”.


Enfoque práctico

El señor Slim describe su enfoque como alternativa práctica a otras formas de filantropía, enfoque centrado en resultados y “enseñando a pescar”, a diferencia de la dependencia de la manutención. Desea aliviar la pobreza en México y otros países, dice, a través de sus negocios, pero también invirtiendo en programas de salud y educación que formen “capital humano”.

Esta es la razón de que su instituto de salud apoye al recién nacido, para que los niños empiecen a desarrollarse bien, dice. Esta es la idea detrás del apoyo de Fundación Telmex a la enseñanza de habilidades computacionales a los mexicanos y del pago de intervenciones quirúrgicas de trabajadores discapacitados.

El señor Slim se abstiene de especificar planes de donaciones futuras y afirma que la aportación de su propio tiempo y de otros ejecutivos puede tener más impacto que la aportación de dinero. Los activos de su fundación deberían haber llegado a 10 mil millones de dólares entre 2007 y 2011, meta que aún no cumple.

El señor Slim también enfatiza las oportunidades de producir beneficios sociales mediante negocios, estrategia más duradera que la caridad, dice. Por ejemplo, Slim ha revitalizado un barrio del centro de la ciudad de México mediante la apertura de negocios y el financiamiento de programas sociales con los ingresos de un estacionamiento de su propiedad.

“No me gusta hablar de regalar dinero”, dice. “Ese no es nuestro propósito. Nuestro propósito es resolver problemas sociales”.

Ayuda con estrategia

Pese a su escepticismo por la caridad, el señor Slim ha creado una colección de organizaciones no lucrativas, cuyas misiones son tan diversas como las empresas que controla.

Su Fundación Telmex provee becas a estudiantes universitarios, bicicletas a alumnos rurales y cirugías a mexicanos pobres, además de apoyar equipos deportivos y dar ayuda humanitaria en desastres naturales. También financia un instituto dedicado a enseñar habilidades computacionales y a expandir el acceso a internet.

El señor Slim posee una afianzadora que paga fianzas judiciales de gente pobre acusada de delitos menores, unos 93 mil beneficiados desde fines de los años ochenta.

En su instituto de salud explora formas en que los teléfonos celulares pudieran monitorear la salud de embarazadas vulnerables. Apoya los esfuerzos para mejorar el sistema de trasplante de órganos en México. El año pasado inauguró un museo para albergar su colección de arte valuada en 100 millones de dólares.

“Tiene intereses extraordinariamente amplios ─en ciencia, ingeniería, antropología, medicina, bienestar público”─ dice Eric Lander, director del Broad Institute en Boston, el cual ha recibido el compromiso del instituto de salud del señor Slim de aportar 65 millones de dólares para explorar los factores genómicos del cáncer y la diabetes.

Líderes de organizaciones no lucrativas que han trabajado con el señor Slim dicen que su aversión a sólo arrojar dinero a los problemas lo convierte en apoyo apasionado y exigente y en energía comprometida a ayudarlos a convertir sus acciones en estrategias.

Omar Vidal, director general de World Wildlife Fund México, dice que el señor Slim lo llama regularmente por las tardes para checar el ejercicio de los 50 millones de dólares aportados por su fundación para conservar seis regiones de México. “No es alguien que te dará dinero sin saber lo que harás con él”, dice el señor Vidal.


Difícil ver resultados

No obstante, algunos líderes de organizaciones no lucrativas en México dicen que los esfuerzos del señor Slim no están aportando lo mucho que podrían. Les preocupa que su enfoque de sus propias organizaciones filantrópicas y sus maneras empresariales de encarar problemas sociales sean movidos por la mezquindad y la poca sofistificación acerca de la amplitud del trabajo no lucrativo.

Los informes anuales de su fundación enlistan la cantidad de bicicletas y de anteojos donados o las cirugías parcialmente pagadas, pero no rinden cuentas financieras o de impacto, dice Mónica Tapia, quien dirige Alternativas y Capacidades, organización no lucrativa dedicada a apoyar la filantropía local.

Ella y otros lamentan que el dinero del señor Slim parezca ir a sus propias organizaciones y que su fundación no parezca tener un proceso de aplicación claro.

El informe financiero de la Fundación Carlos Slim al gobierno mexicano en 2010 reporta activos por unos 2.7 mil millones de dólares y sólo 2.6 millones de dólares gastados en programas y 1.1 millón de dólares donados a otros grupos. En 2007, la fundación donó alrededor de 280 millones de dólares, casi todo para establecer el instituto de salud del señor Slim.

Christopher Martin, ex empleado de Fundación Ford y ahora consultor en educación en México, afirma que el señor Slim ha identificado algunas prioridades correctas en su trabajo educativo, como promover el acceso a internet y la educación infantil temprana. Sus donaciones también parecen estar llegando a mucha gente: más de 240 mil estudiantes han recibido beca de Fundación Telmex desde 1997, según la misma fundación.

Pese a lo impresionante de estas cifras, el señor Martin afirma que es difícil evaluar si el trabajo educativo del señor Slim hace una gran diferencia.

“Hay falta de claridad en sus políticas y en cómo trabajar con ellos”, dice el señor Martin. “No tiene mente abierta y no es lo suficientemente cooperativo”.

La confianza del señor Slim en la banda ancha y el teléfono celular para sus proyectos de educación y salud también suscita preocupación de que intenta expandir los negocios de su compañía de telecomunicaciones. Pero Roberto Tapia, quien dirige el instituto de salud de Slim, afirma que la tecnología combina formas promisorias de promoción del acceso a la salud con la experiencia organizativa.

“Esto no es un elemento de marketing”, dice. “La tecnología es realmente la fuerza para reducir la brecha en las desigualdades de salud”.


Diferencias culturales

Sin embargo, los críticos del señor Slim notan que México no tiene la tradición filantrópica de Estados Unidos. Las donaciones de gran escala son recientes, la caridad ha tendido a ser informal, y no fue sino hasta hace cinco años que el gobierno mexicano requirió a las organizaciones no lucrativas presentar su información financiera.

Además, la filantropía ha sido vista en México a veces como forma de evadir impuestos; Arturo Elías Ayub, yerno del señor Slim y director de Fundación Telmex, rápidamente puntualiza que las contribuciones del señor Slim a sus fundaciones privadas pagan los impuestos correspondientes.

Aun así, Michael Layton, director del proyecto de filantropía y sociedad civil del Instituto Tecnológico Autónomo de México, dice: “Me parece que [Slim] no entiende el gran potencial de la filantropía para efectuar cambios sociales específicos. Él dona dinero suficiente para tener alguna prensa positiva y ser tomado en serio por la gente, más no dona lo suficiente para hacer realmente una diferencia, como la que [Bill] Gates está haciendo.

El señor Slim no tiene paciencia con los críticos.

“¿Qué están haciendo?”, pregunta. “No necesitan dinero para hacer cosas”.

Sentado en su oficina de Inbursa, desliza un dedo sobre la lista de universidades con estudiantes becados por Fundación Telmex. “¿Qué más quieren?”.


Generosidad temprana

El señor Slim, el filántropo renuente, es uno de los seis hijos de un empresario nacido en Líbano. Estudió ingeniería y dice que como estudiante donaba el estipendio que recibía de la universidad a estudiantes con menos dinero. Pero desdeña la sugerencia de que ese gesto fue el inicio de su filantropía.

Al terminar la carrera ingresó a los negocios y, a mediados de los ochenta, empezó a adquirir empresas, entre ellas Grupo Sanborns, importante cadena de menudeo, compañía hotelera Bimex y la sucursal mexicana del fabricante de llantas Firestone, así como acciones en empresas de aluminio, cigarreras, algodón y minería.

El 1986 empezó lo que hoy es Fundación Carlos Slim, la cual funcionó en relativa calma hasta 2007. El señor Slim, viudo y de quien se dice vive modesto para alguien con sus medios, afirma que lo hizo por un sentido de “responsabilidad social”.

En 1990, cuando el gobierno mexicano empezó a privatizar empresas públicas, el señor Slim compró Telmex, la compañía telefónica. Hoy Telmex y su matriz corporativa, América Móvil (la cual fue inicialmente rama celular de Telmex) controlan alrededor del 70 por ciento del mercado celular y 80 por ciento de las líneas fijas en México.

Estas compañías han traído al señor Slim vasta riqueza pero también críticas de funcionarios públicos y otros que lo señalan como virtual monopolista que cobra altas tarifas a sus clientes y deprime el crecimiento económico de México.

El señor Slim niega vigorosamente tales críticas, aunque hace poco aceptó hacer cambios en sus prácticas empresariales para evitar una multa de casi mil millones de dólares del gobierno mexicano.


“Da de ti mismo”

Para ilustrar su idea de la filantropía, el señor Slim acude con ternura a Jalil Gibran, el escritor y poeta líbano-americano.
Esta tarde de primavera lo lee. “Cuando das de tus posesiones, das poco”, dice el señor Slim. “Das verdaderamente cuando das de ti mismo”.

Su mensaje: para la gente rica es fácil firmar cheques (ni siquiera firman los cheques, bromea; tienen empleados que lo hacen por ellos). Lo más difícil y lo más importante, dice, es poner la energía y el tiempo propios para resolver problemas sociales.
El señor Slim evita dar un estimado del tiempo que dedica a su trabajo. “Yo no checo el tiempo”, afirma. Se señala la cabeza y dice: “Está pensando”.

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